lunes, 23 de agosto de 2021
El Yo Psicológico
El Yo Psicológico
Perseo con la cabeza de Medusa, Benvenuto Cellini, 1554.
La esencia del ser humano es buscadora de la verdad, tiene inquietudes espirituales y anhela ser feliz, pero en ocasiones se encuentra en medio de un laberinto de teorías que le confunden y distraen de su verdadero objetivo. Se olvida que aquello que busca por fuera, (libertad, dicha, plenitud), en realidad proviene del interior y desconoce que los factores que le alejan de la felicidad tampoco están afuera, sino adentro. La mente cree que necesita tener un nivel social privilegiado, una buena fortuna, amistades influyentes para tener felicidad y paz.
El ser humano puede conocer de todo, saber ciencias, teorías, fundamentos…, pero conoce muy poco de sí mismo, desconoce por qué, a pesar de satisfacer sus necesidades siente desdicha, tristeza, soledad interior. Se da cuenta que incluso teniendo salud, amistades, vocación, familia, no alcanza la felicidad. Quiere eventos especiales, fiestas, distracciones para sentirse “feliz”. También está el caso de quienes, en medio de la pobreza, alejados de la civilización, suelen tener mayor grado de plenitud. De tal forma que lo que se vive en el exterior, no siempre es congruente con lo que se vive en el interior y entonces la esencia vive en dos mundos, no ha sabido integrarlos en una sola experiencia.
La doctrina gnóstica enseña que si se quiere lograr éxito, poder y gloria, es necesario conocerse a sí mismo y dejar de ser egoísta. Uno de los yoes que viven en la psiquis es el yo egoísta, el cual solamente se enfoca en sí mismo, oye, pero no escucha a los demás, no se interesa por lo que sienten las personas, no es empático. El yo egoísta quiere platicar de sí mismo, quiere ser el centro de interés, es probable que no quiera llamar la atención, porque ese es otro yo (el de la vanidad), también es posible que no se vanaglorie, (este otro yo es parte del orgullo), sin embargo le agrada que hablen bien de su persona; le gusta recibir, pero no le gusta dar. Le satisface ser atendido, pero no le agrada servir.
David vencedor de Goliat. Caravaggio. 1600.
Aunque parezca increíble, el yo egoísta es una de las causas del fracaso en los negocios, en las relaciones familiares, en las relaciones de pareja. Por ejemplo en las ventas, si alguien quiere vender su producto y para hacerlo habla de sí mismo y de cómo se va a beneficiar con esa venta, habla de su necesidad de vender, de su sacrificio por vender, se compadece de no haber vendido o se enorgullece de ser un gran vendedor…, en este caso el yo egoísta está hablando de lo que quiere y desea, se está enfocando en sí mismo y no en los demás.
A través de la auto observación es posible descubrir que el yo egoísta se vuelve tedioso ante los demás (tal vez a eso se deba que los vendedores suelen ser poco apreciados) y las personas prefieren evadirlos, pero si se descubre al yo egoísta y se le comprende y más aún, si se le pide a la Divina Madre que lo desintegre, (porque es la única que puede hacerlo, la mente no tiene esa facultad), entonces se empezará a interesar por las demás personas y sus inquietudes, anhelos, necesidades.
Lo mismo ocurre en el hogar, si los padres de familia no observan el yo egoísta, entonces se interesan más por sí mismos que por los hijos u otros familiares. El yo egoísta no puede ver las necesidades e inquietudes de los hijos porque no es empático, el yo egoísta no sabe ponerse en los zapatos de los demás, (se auto engaña diciendo que lo hace), y la evidencia obvia es que los hijos o familiares se sientan solos, que prefieran las distracciones digitales y conciban mayor empatía por parte de desconocidos.
Es necesario aprender a ver el punto de vista del prójimo y ayudarle a resolver sus conflictos. Es indispensable esforzarse para comprender el punto de vista de los demás sin objetar, como cuando alguien ve un amanecer, sin comparar, sin juzgar, sin justificar, sin ponerse de su lado o en su contra, simplemente percibir. Esta práctica de auto observación permitirá dos cosas, primero, conocerse a sí mismo (descubrir al yo egoísta en acción) y segundo, comprender al prójimo.
Orestes perseguido por las Furias, William-Adolphe Bouguereau (1862).
El yo egoísta, como todos los demás, no se desaparece por arte de magia, se puede esconder fácilmente y se puede disfrazar para auto engañar a la consciencia, sin embargo, gracias al gimnasio psicológico es posible descubrirlo, analizarlo en la meditación y eliminarlo (con la ayuda de la Madre Divina). Cuando esto ocurre, entonces la persona va desarrollando el altruismo y la bondad.
Al empezar a comprender al prójimo, se empiezan también a dar los primeros pasos en el camino de la felicidad y el éxito. En esto consiste el estudio y compresión de las funciones de la mente. No se trata de dominar a otros con la mente, ni de engañar, sino de estudiar cómo se manifiestan los yoes en la misma y cómo aprisionan a la conciencia y la someten a la infelicidad y al sufrimiento. Si se usa la mente para engañar o dañar a otros, adviene el fracaso porque se viola el libre albedrío. Esa es la ley.
Cuando la mente se libera del yo, emana una fuerza maravillosa, la cual, combinada sabiamente con la acción, conduce al éxito no solamente del individuo, sino de quienes le rodean. El Maestro Samael entrega la siguiente práctica para triunfar:
“¿Necesita Ud. triunfar en alguna cosa importante? Siéntese Ud. en un sillón bien cómodo, relaje sus músculos, concéntrese en el negocio que a Ud. le interesa. Imagínese el negocio en pleno éxito. Identifíquese con el prójimo; trate de entender el punto de vista del prójimo; aconséjele mentalmente haciéndole ver las ventajas que para él significa el negocio que va a realizar con Ud. Así, las ondas mentales penetrarán muy hondo en la mente ajena y realizarán maravillas. Una hora de perfecta concentración es suficiente para determinar el triunfo en un negocio”.
El éxito en la vida tiene mucho que ver con cultivar buenas relaciones con las personas, por ello es necesario observar y eliminar el egoísmo, cultivar el cristocentrismo, trabajar por el bien común, en lugar de cultivar al “yo”, procurar el “nosotros”. El yo egoísta provoca reacciones en las demás personas que obstaculizan el triunfo.
Debe considerarse que además de este yo del egoísmo existen muchos otros en la psiquis que se han confabulado en contra de la felicidad, por lo que es imprescindible descubrirlos uno a uno, comprenderlos (en meditación analizar cada uno, sin condenar porque se esconde y sin justificar porque se robustece) y eliminarlos. Se cuenta que Benjamín Franklin, después de haberse estudiado a sí mismo, descubrió que tenía doce defectos que lo estaban perjudicando, entonces reflexionó que, así como es imposible cazar doce libres al mismo tiempo, también es imposible eliminar todos los defectos en un solo momento, de tal forma que se propuso hacerlo uno por uno, dedicando dos meses a cada uno. Esta es la clave para que en el interior se desarrolle paz, abundancia y felicidad. Finalmente, el maestro Samael entrega esta otra práctica:
“Examínese y vea cuantos defectos Ud. tiene. Cuéntelos, enumérelos. Luego dedíqueles dos meses a cada defecto, en orden sucesivo, hasta que los elimine todos.
Siéntese Ud. en un cómodo sillón. Y ore a su Dios Interno así:
Tú que eres mi verdadero ser,
Tú que eres mi Dios Interno,
Iluminadme, Ayudadme.
Hazme ver mis propios defectos.
AMEN.
Concéntrese Ud. en esta plegaria hasta llegar al sueño profundo. Trate Ud. de descubrir todos sus defectos. Le aconsejamos leer la Biblia. En los cuatro Evangelios se encuentra la palabra del Divino Maestro. Allí verá Ud. las virtudes que necesita. Allí descubrirá las virtudes que le faltan. Donde falta una virtud existe un defecto”.
Enviado por: Susana Margarita Rodríguez Licea
Imagen: Perseo con la cabeza de Medusa, Benvenuto Cellini, 1554.
Imagen 2: David vencedor de Goliat. Caravaggio. 1600.
Imagen 3: Orestes perseguido por las Furias, William-Adolphe Bouguereau (1862).
"A medida que logremos pulverizar un defecto o un vicio aumentaremos conciencia en poder, sabiduría y amor". Samael Aun Weor.
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