Libro: La Doctrina de Xochipilli
Capítulo 6
Xochipilli dios de las Flores
Es mucha la ignorancia que prevalece hoy en día, pero nuestros antepasados del mundo entero tenían en su haber grandes enseñanzas que hoy son despreciadas y olvidadas. Éste es el caso de entender que la naturaleza no es algo muerto.
Flor en piedra. [Museo Nacional de Antropología]
Los habitantes del México antiguo, en el cenit de su civilización, sabían que cada flor o planta es el cuerpo físico de una criatura inocente de la naturaleza, los gnósticos llamamos a esos seres inocentes como elementales.
Dado lo anterior, encontramos cerros humanizados en los códices, dándonos a entender que tienen alma, que tienen vida. Hace unas décadas todavía se tenía la buena costumbre de leerles a los niños cuentos de hadas para que durmieran. En cambio, ahora somos muy modernos y nuestros hijos duermen acurrucados con violentas series del crimen y novelas llenas de erotismo malsano.
Nos estamos alejando de la belleza del alma de la naturaleza y en el pecado -como se dice popularmente- tenemos la penitencia. Una de las cosas que nos impiden conocer a fondo la sabiduría de los pueblos antiguos del mundo entero es, precisamente, que vemos al mundo como algo muerto.
Cuando estudiamos a Xochipilli y a la maestra “Flor preciosa” (Xochiquétzal), penetramos en la sabiduría elemental de nuestra madre naturaleza y al hacerlo regresamos como el hijo prodigo y ella, nuestra madre nos acogerá dándonos infinita sabiduría.
«Los dioses elementales de la naturaleza, tales como Huehueteotl, Tláloc, Ehecatl, Chalchiuhtlicue -la Ginebra de Tláloc-, Xochiquétzal, la diosa de las flores, etc., asisten al iniciado en sus operaciones de magia elemental a condición de una conducta recta». [Samael Aun Weor. Doctrina Secreta de Anáhuac].
Dios del viento (Ehecatl). [Museo Nacional de Antropología]
Existen siete dimensiones fundamentales en la naturaleza con las cuales debemos familiarizarnos para comprender mejor estas enseñanzas sagradas. Las tres primeras (largo, ancho y profundo) forman el mundo físico que conocemos.
En la cuarta dimensión es, precisamente, donde viven estas criaturas elementales que son el alma de cada planta, flor, árbol, río, montaña, nube y animal que existe. En el fuego se encuentran las salamandras; en el aire, los silfos y las sílfides; en el agua, las ondinas y nereidas; y en la tierra, los gnomos y pigmeos. Este mundo es el mismo Edén y es el hiperespacio de Albert Einstein.
«En esa región etérica, en esa cuarta dimensión viven las criaturas elementales de la naturaleza y esto es algo que debemos comprender profundamente. A tales criaturas se les da el nombre de elementales, precisamente porque viven en los elementos».
«Sepa usted mi querido amigo, que el fuego está poblado de criaturas elementales; entienda que el aire esta también densamente poblado por esa clase de criaturas y que el agua y la tierra, están pobladas por esos mismos elementales».
«A las criaturas del fuego, desde los tiempos más antiguos, se les conocía con el nombre de Salamandras; a los elementales del aire se les designa con el nombre de silfos; a los seres del agua se les llaman ondinas, nereidas, sirenas, etc. etc.; a las criaturas que viven entre las rocas de la tierra se les bautizó con el nombre de pigmeos, gnomos, etc. Es ostensible que la forma de estas criaturas varía muchísimo».
«Las criaturas del fuego, son delgadas y secas muy semejantes al chapulín o grillo, aunque de tamaño mucho más grande».
«Las criaturas del aire parecen niños pequeños muy hermosos con rostros sonrosados como la aurora; los elementales del agua tienen diversas formas; algunas parecen como damas inefables, felices entre las olas del inmenso mar, otras tienen formas de sirenas-peces, con cabeza de mujer, y por último hay ondinas que juegan con las nubes o moran en los lagos y ríos que se precipitan entre sus lechos de rocas».
«Los gnomos de la tierra, los pigmeos, parecen ancianos con su luenga barba blanca y continente ceremonioso. Ellos viven normalmente en las minas de la tierra o cuidan los tesoros que por ahí subyacen escondidos».
«Todos estos elementales de la naturaleza son útiles en la gran creación; algunos animan el fuego, otros impulsan el aire formando los vientos, aquellos animan las aguas, estos otros trabajan en la alquimia de los metales dentro de las entrañas de la tierra». [Mirando al Misterio. Samael Aun Weor].
El mundo de los sueños es la quinta dimensión en donde el pasado, el presente y el futuro se hermanan en un eterno ahora. En la quinta dimensión se encuentra el mundo mental.
La sexta dimensión es el mundo de las causas naturales o de la voluntad y es donde se encuentran los maestros regentes de los elementales como Xochipilli y “Flor Preciosa” (Xochiquétzal). En esta dimensión habitan seres que rigen todas las criaturas elementales de la naturaleza. La séptima dimensión es el mundo del Ser.
Dios viejo del fuego (Huehueteotl). [Museo del Templo Mayor.]
Tenemos como regentes de los cuatro elementos, en la cultura hindú, a Varuna, Parvati, Agni, Kitichi y, en la cultura de México, a Tláloc, Coatlicue, Ehecatl y Huehueteotl. En la cultura egipcia Horus es un maestro genio elemental.
La naturaleza es una gran maquinaria exacta que tiene su organización y equilibrios perfectos. Ahora bien, si existe una mecánica inteligente en ella, en consecuencia, tiene que tener sus mecánicos. Así como las piezas de un automóvil no podrían unirse por sí solas, así la naturaleza tiene sus maestros-ángeles regentes que la dirigen y organizan.
Uno de estos grandes seres es el maestro “Flor Principal” (Xochipilli). Además, tenemos a la maestra ángel “Flor Preciosa” (Xochiquétzal). Ambos son grandes gurús iluminados que rigen la naturaleza entera con suma sabiduría, perfección y armonía.
Dios del agua (Tláloc). [Museo de los Murales. Teotihuacán México.]
A su vez, estos maestros ángeles rigen a los elementales de la naturaleza. Centenares de nombres les hemos dado a través del tiempo; son los “tlaloques” encargados de repartir el agua, ayudantes del dios de la lluvia Tláloc; además, son los mismos “aluxes”, pequeños geniecillos de los mayas.
«Las criaturas elementales de los vegetales antiguamente conocidos con los nombres de silvanos, dríadas, hamadríadas y faunos. Estos elementales de las plantas, que el médico gnóstico maneja, son los “dussi” de San Agustín, las “hadas” de la Edad Media’ los “Dore Oigh” de los galos; los “grove” y “maidens” de los irlandeses, y los “anime” de los sabios médicos gnósticos, de nuestros fraters “indios” de la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia). El insigne Maestro Paracelso da el nombre de “Silvestres” a los elementales de los bosques y de “ninfas” a los de las plantas acuáticas». [Medicina Oculta y Magia Práctica. Samael Aun Weor].
Los elementales son criaturas inocentes que realizan estudios en la naturaleza a los pies de sus dos grandes maestros ángeles: “Flor Principal” (Xochipilli) y “Flor Preciosa” (Xochiquétzal). Ahora bien, de estos maestros aprenden cosas inefables. Se debe señalar, además, que los maestros parecen ancianos venerables, inocentes niños o damas inefables como vestidas de novias.
Cada familia elemental se especializa en algo, por ejemplo: los elementales de la canela trabajan con la alegría, la vitalidad y el optimismo; los elementales de la hierbabuena de menta se especializan en ayudarnos a recordar las vidas anteriores; los del naranjo, en la economía y simiente de todas las cosas; y el granado trabaja con la familia y la amistad.
Por todo lo anterior, no es difícil imaginar cuánto poder puede encerrarse en un simple té, pero cuando aprendemos amar a la naturaleza y nos ponemos en contacto con ella, en consecuencia, la comprensión es diferente.
«No está de más recordar que aún se conservan cantos a Huitzilopochtli, a la Madre de los dioses, al dios del fuego, a Xochipilli, el dios de la música, de la danza y del canto, a Xochiquétzal, a Xipetotec, el bendito Señor de la primavera, etc., etc., etc.» [Samael Aun Weor. Doctrina Secreta de Anáhuac].
Práctica: La Magia de las Rosas
Diosa de la tierra. La de Falda de Serpientes. (Coatlicue). [Museo Nacional de Antropología].
Los elementales que se encuentran en las rosas están relacionados íntimamente con el planeta del amor: Venus. Tales criaturas inocentes, que habitan en estas preciosas flores, tienen el poder de ayudar a curar las penas morales.
“No sólo de pan vive el hombre”, nos dice el maestro Jesús. Esta afirmación es cierta ya que también nos afecta enormemente el trato que recibimos de los demás; la ingratitud, los malos tratos, las ironías, las palabras duras, etc. Ahora bien, si lo anterior no lo transformamos, a través de nuestros ejercicios gnósticos, esto puede dañar nuestro cuerpo y terminamos, en consecuencia, enfermándonos.
Las emociones negativas que manifestamos generan somatización, es decir, vienen a afectar las partes más débiles de nuestro cuerpo y, entonces, tenemos dolores de cabeza, nos enfermamos del estómago, padecemos taquicardias, etc. Además, no está de más recordar la relación existente entre nuestros enojos y las úlceras.
A veces se nos muere un ser muy querido y no podemos con ese dolor, en otras ocasiones nos traiciona el ser amado y eso nos causa estados de profunda depresión. Todo esto no lo curan ni en las mejores clínicas, no existe remedio alguno, pero en la Gnosis tenemos la magia de las rosas, la cual puede sanar nuestro corazón.
Relaja el cuerpo y la mente como lo hemos aprendido en páginas anteriores.
«Sobre una mesa se ponen tres vasos de cristal llenos de agua pura, y en cada vaso una rosa. Estos vasos se colocarán formando triángulo, al Norte, Oriente y Occidente. Cada vaso deberá ser bendecido por el mismo interesado, y éste se tomará tres vasos diarios de esta agua de rosas, en el siguiente orden: Antes del desayuno, el vaso del Oriente; antes del almuerzo, el vaso del Norte; y el antes de la comida, el vaso del Occidente».
«Este tratamiento deberá ir acompañado de una súplica sincera al íntimo y a la Fraternidad Blanca, para que le ayuden a salir del dolor moral en que se encuentra. Con esta fórmula sostenida por varios días, se curará cualquier “pena moral”, por grave que sea. ¿Cuándo y en qué época ha hablado algún médico sobre los sufrimientos de índole moral?».
«Cuántas personas mueren a diario y enferman a causa de sufrimientos morales y, sin embargo, es triste decirlo, jamás ha habido un compasivo que le entregue a la humanidad la fórmula exacta para curarse de penas morales. Son innumerables los casos de “suicidio”, y nunca había hablado nadie sobre la magia de las rosas». [Medicina Oculta y M. Práctica. Samael Aun Weor]
Somos el hijo pródigo que se ha separado de la gran madre naturaleza, es hora de regresar a ella
No hay comentarios:
Publicar un comentario